miércoles, 24 de septiembre de 2008

Florece la vida en los patios... HOY 29-09 LLUEVE!

ACTUALIZACIÓN 29-09-2008
LLUEVE! LLUEVE!! HA LLOVIDO TODA LA NOCHE!! Y SIGUE...
NO ES LLUVIA TORRENCIAL PERO ES CONTINUA Y SIRVE DE MUCHO...
Y LO MAS IMPORTANTE... LLUEVE TAMBIÉN EN EL NORTE DE NUESTRA PROVINCIA Y EN EL CHACO!!!

TAL VEZ NO SEA SUFICIENTE PERO LLEGO Y ALIVIA!



"El despertar de trinos en el patio interno, le anunció el comienzo de un nuevo día. Ella desperezó sus pensamientos y valoró el instante… ¡Era una concesión más!"
María G. de Balbuena


Mi patio sigue poblándose de amigos... Y se multiplicarán pronto!

Les dejo unas fotos para que las disfruten!





La sequía continúa... La vida florece en medio de ella...


Estoy trabajando en las próximas publicaciones. Me lleva tiempo, ya que asumí el compromiso de investigar y documentar cada presentación.

30 comentarios:

ALMA dijo...

Uhhh soy la primera, debo decir algo inteligente??

Me encantaron las fotos

Vamos, Colo investigue y contanos una deliciosa historia.

Te dejo un beso

RAMPY dijo...

Bonitas fotos, gracias por compartirlas. No te preocupes, yo personalmente prefiero la calidad a la cantidad.
Besotes y que pases un lindo día.
Rampy.

hugo dijo...

tomatelo con calma colo...

en lo que a mi respecta, creo que lo bueno de los blogs es que ta dan la posibilidad de compartir algo con los uq ete visitan.

cuando ese algo se convierte en una presión u obligación, el blog habrá perdido su razón de ser, y nos habremos convertido en periodistas...

Hetitor dijo...

Colo : Se lo dije, su blog va creciendo, lo cual representa para ti màs trabajo y responsabilidad jaja. Pero eso es bueno porque a uno lo hace sentir bien no?
Reconozco da un poco de envidia, en mi caso por vivir en plena ciudad , su patio . Que lindo debe ser sentarse ahì a tomar mate.
Saluditossssss

Colo dijo...

ALMA:
Gracias, eso estoy haciendo, ya se viene la próxima historia...
Tu opinión siempre es inteligente!
Besos!

RAMPY:
Gracias a vos por pasar siempre.
Buen día para vos también!

HUGO:
Es muy cierto lo que decis, no sirve si es una presión.
En mi caso adoro hacerlo y por eso le dedico tiempo para que salga lo mejor posible!
Gracias por entender!

HETITOR:
Es trabajo y responsabilidad que me gusta tener, así que no problem vio...
En cuanto a tomar mates en el patio, no lo disfruto demasiado tampoco por falta de tiempo, pero logro tomarme alguna horita...
Y le digo, usted y la flia están invitados si gustan pasar un finde tranquilo!
Gracias por pasar!

Abuela Ciber dijo...

Es parte de lo hermoso de esta estación!!!!!!!

Cariños

nestor dijo...

Para la comunidad Mocoví, la primera tormenta de Santa Rosa de Lima es el comienzo de una nueva etapa de la vida ( y tiene que ver con la naturaleza)esa foto publicada en tu entrada demuestra lo verdadero de esa teoría, que mas que teoría es una menera de entender que la vida no solo pasa por lo humano sino que la naturaleza es la base de la posibilidad de la vida. Sin la naturaleza sana no habría posibilidad de vida sana.

Cuantas cosas habría para imitar a aquellos pueblos originarios, seguramente hoy no estaríamos padeciendo algunas de los cabios abruptos del clima.

M;uy buena foto, colo...me posibilitó expresar este senntimiento...

un abrazo

Anónimo dijo...

ABUELA CIBER:
Gracias por visitar el blog!
Es cierto, forma parte de lo hermoso!
Besos!

NESTOR:
Qué bueno que la foto permitió que te expreses!
Y qué lindo lo que dijiste...
Trabajemos cada uno desde su chiquito lugar y eso ayudará!
Un abrazo!

Prometeo - dijo...

Las palomas, tiernas y maravillosas palomas!, cuánto que nos han hecho gozar la tarde las palomas!, ¡¡¡¡y que mala fama tienen!!!!.
Me paece fantástico que continúes investigasndo para tus publicaciones, aunque, para la moto colo, si eso quiere decitr que tus anteriores publicaciones carecieron de investigación y que eres una tansmisora cultural neta, qu los has adquirido de natura, NO QUIERO NI IMAGINAR QUE COSA PUEDES LOGRAR!!!!, MARAVILLOSO te quedaría corto ya!

Mariela Torres dijo...

¡Qué bonitas fotos! Yo viví durante casi diez años en una casaquinta en las afueras de Paraná, y también se llenaba de pájaros.
No conozco Santo Domingo, no conozco mucho la provincia de Santa Fe, sí la de Entre Ríos, pero creo que lo voy a conocer por tus palabras.

Colo dijo...

JHONY:
Qué mala fama las palomas, tenés razón, pero las quiero igual!
Respecto a la investigación, siempre estuvo presente, pero en varias de las publicaciones era información existente que amplié.
Ahora rescato historias que casi no se conocen...
Entonces grabo lo que relatan, tomo noto de la persona que lo cuenta y, aparte de lo que posteo, guardo la documentacion por escrito y las grabaciones.
Gracias por tus palabras! Me dan mucha fuerza para seguir haciendo lo que tanto me gusta!

MARIELA:
Bienvenida! Y desde ya está invitada a conocer la historia de Santo Domingo en este blog!
Seguimos en contacto!
Cariños!

2 LoCaS eN 2 rUeDaS cUeRdAs dijo...

GRANDE COLO!! así se hace!!
Bellecimas fotos!!
Y, más aún con: "El despertar de trinos en el patio interno, le anunció el comienzo de un nuevo día. Ella desperezó sus pensamientos y valoró el instante… ¡Era una concesión más!"
Nos encantó!!
Besos floridos
:D

★Carlos Becerra★ dijo...

Colo...

Se trata de una de las peores sequías en muchos años. Afectó la siembra de trigo, está afectando la del maíz, y si de aquí a noviembre no llueve sería catastrófico también para la soja.

Expertos en clima coinciden en que a partir de fines de la próxima semana empezarían a registrarse lluvias, aunque insuficientes para satisfacer las necesidades hídricas del suelo para los cultivos.

Que problemón mi estimada Colo !!!

Ojala esa bella tierra tenga pronto la bendita lluvia y llene de vida los campos ahora secos.


Leyendo tu post recordé una poesía que se titula Sequía, de MARTÍN CARMONA.

Y dice...

Seco está mi corazón,
no por falta de riego,
es por esta calor
que lo hace quedarse ciego,
y no encontrar en ti su razón.

Pido tiempo para expresar,
todos mis dulces sentimientos,
y así mi amor confesar,
gritando a los cuatro vientos.

Necesito de la lluvia,
que cae en mi cuando me besas,
pues es la frescura que llena el desierto,
del color de las rojas fresas.

Seco está mi corazón,
y no por falta de riego;
es más bien por que no puedo,
decirte a diario: TE QUIERO.





Te regalo la poesía y te deseo un bello fin de semana.

Un cariño.

CarlosHugoBecerra.

Anónimo dijo...

me encantaron tus fotos llenas de vida!!
yo también vivo en una ciudad(pueblo le decimos) porque conserva todo lo que ya las grandes urbes perdieron. tengo jardín y muchas plantas. sé lo que es disfrutar de la naturaleza. gracias por visitarme y prometo visitarte siempre
besos................

Colo dijo...

DOS LOCAS:
Qué bueno que les haya encantado!
Gracias por pasar!
Más besos

CARLOS:
Gracias por tus deseos, realmente está muy difícil...
Hermoso el poema!
Gracias por colgarlo!

ADRISOL;
Bienvenida! Y regresa cuando gustes!
Imagino que esas ciudades pueblo deben ser muy acogedoras y a diferencia de un pueblo chico están equipadas a full en todo sentido!
Besos y seguimos en contacto

Anónimo dijo...

simplemente muy buenas fotos.....

el cuervo dijo...

Florece la vida en los patios querendones de los pueblos aun mas queribles. Y florece la vida en el bulevard citadino donde entre moles de cemento con prosapia de décadas y otras hijas de la especulación inmoviliaria que cambio a Rosario definitivamente, haciendola por siempre una ciudad gringa hijos de gringo que transforman el excedente de su ideal farmer en ladrillos y más ladrillo, bueno en esa otrora capital del gato a la parrilla para desarrapados gourmets marginales, hay sin embargo lugar en este aquelarre de fiebre edilicia, para que un jilguero se haga dueño del viejo aguaribay de Oroño y Zeballos y su alerta sonora y canora nos advierta que no debemos perder contacto con la naturaleza. La primavera siempre Colo, a veces hay que entrar en el otoño para entender su renacer. Termino con un conocido poema japonés recreado por Haroldo Conti en uno de sus cuentos que justamente lleva nombre de árbol, en "La balada del alamo Carolina" comienza así:
Almendro de la puerta de mi casa,
aunque yo ya no esté, tú florece,
siempre vuelves cada primavera.

el cuervo dijo...

Aunque largo vale la pena, y !viva la primavera!
Haroldo Conti

"La balada del álamo carolina"





Haroldo Conti
nació en Chacabuco y murió en Buenos Aires en 1976. Fue narrador, autor y director teatral, asistente de dirección cinematográfico y guionista.

Publicó: Examinados (1955, Premio teatral Olat); Sudeste (1960, novela con la que obtiene el Primer Premio de Fabriel Editora); La causa (1960, con mención en el concurso Time-Life); Todos los veranos (1964, libro de cuentos que obtiene el segundo Premio Municipal); Alrededor de la jaula (1966, novela que gana el Concurso de la Universidad Mexicana de Veracruz y es publicada en México y Buenos Aires); Con otra gente (1967, segundo libro de cuentos); Los novios (1968, cuento que es traducido al alemán); En vida (1971, novela ganadora en el concurso Barral y editada en Barcelona); La muerte de Sebastián Arache y su pobre entierro (1972, guión); La balada del álamo carolina (1975, tercer libro de cuentos); Mascaró, el cazador americano (1975, novela premiada por Casa de las Américas).

En 1976 es secuestrado en su domicilio. Desaparece. Más tarde el dictador Jorge Rafael Videla reconoce, ante la prensa extranjera, que Haroldo Conti estaba muerto.


A mi madre, doña Petrolina Lombardi de Conti,
y a la ciudad de Chacabuco, mi pueblo.

Ciruelo de mi puerta, si no volviese yo,
la primavera siempre volverá.
Tú, florece.
Anónimo japonés

Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales. Sobre todo si es un árbol viejo. No. Un día de un viejo árbol es un día del mundo.
Este álamo Carolina nació aquí mismo, exactamente, aun­que el álamo Carolina, por lo que se sabe, viene mediante estaca y éste creció solo, asomó un día sobre esta tierra entre los pastos duros que la cubren como una pelambre, un pastito más, un miserable pastito expuesto a los vientos y al sol y a los bichos.
Y él creyó, por un tiempo, que no iba a ser más que eso hasta que un día notó que sobrepasaba los pastos y cuando el sol vino más fuerte y templó la tierra se hinchó por dentro y se puso rígido y sentía una gran atracción por las alturas, por trepar en dirección al cielo, y hasta sintió que había dentro de él como un camino, aunque todavía no supiese lo que era eso, lo supo recién al año siguiente cuando los pastos quedaron todavía más abajo y detrás de los pastos vio un alambrado y detrás del alambrado vio el camino, que es una especie de árbol recostado sobre la tierra con una rama aquí y otra allá, igual de secas y rugosas en el invierno y que florecen en las puntas para el verano, pues todas rematan en un mechoncito de árboles verdaderos.
Por ahí andan los hombres y el loco viento empujando nubes de polvo. Tam­bién ya sabía para entonces lo que era una rama porque, después de las lluvias de agosto, sintió que su cuerpo se hinchaba en efecto aquí y allá y una parte de él se quedó ahí, no siguió más arriba, torció a un lado y creció sobre la tierra de costado igual que el camino.
Ahora es un viejo álamo Carolina porque han pasado doce veranos, por lo menos, si no lleva mal la cuenta. Ahora crece más despacio, casi no crece. En primavera echa las hojas en el mismo sitio que estuvieron el otro verano y por arriba brotan unas crestitas de un verde más encarnado que al caer el sol se encienden como por dentro, pero él ahora no pretende más que eso, esa dulce luz del verano que lo recubre como un velo. Y dentro de esa luz está él, el viejo álamo, todo recuerdo. De alguna manera ya estaba así hace doce veranos cuando asomó sobre la tierra y crecer no fue nada más que como pensarse. Sólo que ahora recuerda todo eso, se piensa para atrás, y no nace otro árbol. En eso consiste la vejez. Verde memoria.
Ahora es el comienzo del verano justamente y acaba de revestirse otra vez con todas sus hojas, de manera que como recién están echando el verde más fuerte (son como pequeños árboles cada una) por la tarde, cuando el sol declina y se mete entre las ramas el álamo se enciende como una lámpara verde, y entonces llegan los pájaros que se remueven bulliciosamente entre las hojas buscando dónde pasar la noche y es el momento en que el viejo álamo Carolina recuerda.
A propósito de la noche, los pájaros y el verano. Recuerda, por ejemplo, a propósito de los pájaros, el primero de ellos que se posó sobre la primera rama, que ha quedado allá abajo pero entonces era el punto más alto, ya casi no da hojas y es tan gruesa como un pequeño árbol. En aquel tiempo era su parte más viva y sintió el pájaro sobre su piel, un agitado montoncito de plumas. Descan­só un rato y luego reemprendió el vuelo. Recién dos veranos después, cuando divisó la primera casa de un hombre y detrás de ella la relampagueante línea del ferrocarril, una montera armó un nido en la horqueta de la última rama. Cortó y anudó ramitas pacientemente y así el álamo se convirtió en una casa, supo lo que era ser una casa, el alma que tiene una casa, como antes supo del camino y del alma del camino, ese ancho árbol floreci­do de sueños. El nido se columpiaba al extremo de la rama y él, aunque gustaba del loco viento de la tarde, procuraba no agi­tarse mucho por ese lado, le dio todo el cobijo que pudo, echó para allí más hojas que otras veces.
Al final del verano los pichones saltaron del nido y los sintió desplazarse temblorosos sobre la rama con sus delgadas patitas, tomar impulso una y otra vez y por fin lanzarse y caer en el aire como una hoja. Un árbol en verano es casi un pájaro. Se recubre de crocantes plumas que agita con el viento y sube, con sólo desearlo, desde el fondo de la tierra hasta la punta más alta, salta de una rama a otra todo pajarito, ave de madera en su verde jaula de fronda.
Ese verano fue el mismo del ferrocarril. Antes viene la casa. No vio la casa por completo, ni siquiera cuando, años después, trepó mucho más alto, sino lo que ve ahora mismo desde el brote más empinado, un techo de chapas que se inflama con el sol y una chimenea blanca que al atardecer lanza un penacho de humo. A veces el viento trae algunas voces.
Con todo él ha llegado hasta la casa en alguna forma, a través de las hojas de otoño que arrastra el viento. Con sus viejos ojos amarillos ha visto la casa aun por dentro, ha visto al hombre, flaco y duro con la piel resquebrajada como la corteza de las primeras ramas, la mujer que huele a humo de madera, un par de chicos silenciosos con el pelo alborotado como los plumones de un pichón de montera.
Con sus viejas manos amarillas ha golpeado la puerta de tablas quebradas, ha acariciado las des­cascaradas paredes de adobe encalado, y mano y ojo y amarillas alas de otoño ha corrido delante de la escoba de maíz de Guinea y trepado nuevamente al cielo en el humo oloroso de una fogata que anuncia el frío, el tiempo dormido del árbol y la tierra.
El ferrocarril pasa por detrás de la casa pero hubo de trepar hasta el otro verano, cuando volvieron las hojas y los pájaros, para entrever el brillo furtivo de las vías cortando a trechos la tierra. Ya había sentido el ruido, ese oscuro tumulto que agitaba el suelo porque el árbol crecía tanto por arriba como por debajo. Por debajo era un árbol húmedo de largas y húmedas ramas nacaradas que penetraban en la tibia noche de la tierra.
Por ahí vivía y sentía el árbol principalmente, por ahí su día era un día del mundo, así de ancho y profundo, porque la tierra que palpitaba debajo de él le enviaba toda clase de señales, era un fresco cuerpo lleno de vida que respiraba dulcemente bajo las hojas y el pasto y sostenía cuanto hay en este mundo, incluso a otros árboles con los cuales el viejo álamo Carolina se comuni­caba a través de aquel húmedo corazón.
Al este, por donde nace el sol, había un bosque. Lo divisó una mañana con sus ojos verdes más altos y todas sus hojas temblaron con un brillo de escamas. Era un árbol más grande, el más grande y formidable de todos. Al caer la tarde, con el sol cruzado barriendo oblicuamente los pastos que parecían mansas llamitas, los ár­boles aquellos ardieron como un gran fuego. Por la noche, el álamo apuntó una de sus delgadas ramas subterráneas en aque­lla dirección y recibió la respuesta. No era un árbol más grande, era un bosque, es decir, un montón de ellos, tierra emplumada, alta y rumorosa hermandad.
¿Por qué no estaba él allí? ¿Por qué había nacido solitario? ¿Acaso él no era como un resumen del bosque, cada rama un árbol? Todas estas preguntas le respondió el bosque, sus herma­nos, noche a noche. Esta y muchas otras porque a medida que se ponía viejo, en medio de aquella soledad, se llenaba de tantas preguntas como de pájaros a la tardecita. Los árboles no duer­men propiamente, se adormecen, sobre todo en invierno cuando las altas estrellas se deslizan por sus ramas peladas como frías gotas de rocío. Es entonces cuando sienten con más fuerza todas aquellas voces y señales de la tierra.
Los animales de la noche salen de sus madrigueras y roen la oscuridad, un pájaro desvela­do vuela hacia la luz de una casa, un bulto negro trota por el camino, los grillos vibran entre los pastos como cuerdas de cristal, un perro aúlla en la lejanía, el hombre se da vuelta en la cama y piensa cuántas fanegas dará el cuadro de trigo.
En este mismo momento, en esta noche tan quieta, la semilla está trabajando ahí abajo, el árbol la siente germinar, siente su pequeño esfuerzo, cómo se hincha y se despliega y recorre, pulgada por pulgada, el mismo camino que ha trazado el deseo del hombre, que ha vuelto a dormirse y sueña con una suave marea de espigas amarillas.
Y fue por ahí, por la tierra, que el árbol tuvo noticias del ferrocarril cuando un día sintió ese tumulto que subió por sus raíces. Tiempo después, luego de divisar la morada del hombre, vio por fin aquella alocada y ruidosa casa que con chimenea y todo corría sobre la tierra, y supo por ella que además de los pájaros gran parte de cuanto vive se mueve de un lado a otro y el viejo álamo, que entonces no era tan viejo pero sí árbol com­pleto, sintió por primera vez el dolor de su fijeza.
Él sólo podía ir hacia arriba trazando un corto camino en el cielo y al co­mienzo del otoño volar en figura según el viento en la trama de sus hojas. En cierto momento, después de la casa, el tren se transportaba entre sus ramas y a veces el penacho de humo llegaba hasta el mismo álamo. Esto dependía del viento, del cual, por instrucción de los pájaros, el viejo álamo había apren­dido a extraer otros muchos sucesos. Según soplase, él agitaba sus hojas como verdes plumas y simulaba temblorosos vue­los.
El viento subía y bajaba en frescas turbonadas por dentro de aquella jaula vegetal provocando, de acuerdo a la disposición del follaje, murmullos y silbidos que complacían al árbol mú­sico.
Todo esto se aprende con los años, un verano tras otro, y luego para el árbol son materia de recuerdo en el invierno. El invierno comienza para él con la caída de la primera hoja. Un poco antes nota que se le adormecen las ramas más viejas y después el sueño avanza hacia adentro aunque nunca llega al corazón del árbol. En eso siente un tironcito y la primera hoja planea sobre el suelo. Así empieza.
Después cae el resto y el viento las revuelve, las dispersa, corren y se entremezclan con las hojas de otros árboles, cuando el viejo álamo Carolina ya se ha adormecido y piensa quietamente en el luminoso verano que, de algún modo, ya está en camino a través de la tierra, por el tibio surco de su savia. La lluvia oscurece sus ramas y la escarcha las abrillanta como si fuesen de almendra. Algunas se quiebran con los vientos y el árbol se despabila por un momento, siente en todo su cuerpo esa pequeña muerte aunque él todavía se sostiene, sabe que perdurará otros veranos.
Hasta que allá por septiembre memoria y suceso se juntan en el tiempo y un dulce cosquilleo sube desde la oscuridad de la tierra, reanima su piel, desentumece las ramas y el viejo álamo Carolina se brota nuevamente de verdes ampollas. El aire ahora es más tibio y el hombre, al que observa desde el brote más alto, recorre el campo y espía las crestitas verdes que acaban de aparecer sobre la tierra.
Para mediados de octubre el viejo álamo está otra vez recubierto de firmes y oscuras hojas que brillan con el sol cuando la brisa las agita a la caída de la tarde. El sol para este tiempo es más firme y proyecta sobre el suelo la enorme sombra del árbol.
Fue en este verano, cuando el sol estaba bien alto y la sombra era más negra, que el hombre se acercó por fin hasta el árbol. Él lo vio venir a través del campo, negro y preciso sobre el caballo sudoroso. El hombre bajó del caballo y penetró en la sombra. Se quitó el sombrero cubierto de tierra, después de mirar hacia arriba y aspirar el fresco que se descolgaba de las ramas, y se quitó el sudor de la frente con la manga de la camisa.
Después el hombre, que parecía tan viejo como el viejo álamo Carolina, se sentó al pie del árbol y se recostó contra el tronco. Al rato el hombre se durmió y soñó que era un árbol

tia elsa dijo...

Que bonito tu patio con tus visitantes, que linda la primavera, besos mil Colo y a Thiaguito, de tía Elsa.

Anónimo dijo...

NORBERTO:
Gracias por pasar!
UN beso.

CUERVO:
Muchas gracis por tus palabras.
Muy bueno el aporte que haces!
Un abrazo!

TIA ELSA:
Gracias por estar siempre presente!
Mil besos!

ACACIA dijo...

Colo,
¡Qué preciosas fotos!

Sí, qué increíble cómo florece un jardín así, en medio de la sequía.

Es que, me pregunto, ¿acaso no hay nada que pueda hacerse para paliar la sequía? Así como florece un jardín, que está cuidado, podría evitarse que mueran los animales y se pierdan bienes, y tal vez vidas. Si tan sólo los gobernantes, los que tienen el deber de velar por el bienestar de la gente, se ocuparan de buscar una solución.

Realmente estoy preocupada y apenada, y un poco indignada de ver cómo nadie hace nada y sin poder hacer nada yo misma.
Porque yo no puedo llevar un balde de agua hasta el norte de Santa Fe. Pero seguramente el gobierno, nacional o provincial, a través del Ministerio de Defensa pudiera hacer que el ejército lleve camiones con agua o camiones cisterna.
Lo escribo aquí, y siempre que puedo porque, como un mensaje en una botella en el mar, tal vez lo lea alguien que sí puede hacer algo.

Un afectuoso saludo desde Buenos Aires (hoy húmeda, fría y lluviosa)
Acacia

Colo dijo...

ACACIA:
Gracias por tu comprensión y por compartir la impotencia que se siente al no poder hacer nada !

Siempre ha sido así. Ante las situaciones dificiles aparecen las promesas pero no se concreta casi nada!

Anoche comenzo a llover muy despacio y sigue esta mañana!
Confío en que al subir la humedad ambiente se repetirán las precipitaciones!

Un beso!

Susana de Argentina dijo...

que linda compañía!! y que suerte el alivio de la lluvia...aquí hoy esta feo y con llovizna, pero no me quejo...que llueva mucho y que mis hermanos sientan el alivio...besitos y muuuy buena semana!!!

Hetitor dijo...

Colo : Una alegrìa leer que ahì tambièn esta lloviendo y se cortò la seca.
Besito y saludos

Colo dijo...

SUSANA:
Gracias por pasar y buena semana!
Besos!

HETITOR:
Gracias por compartir nuestra alegría!
Un beso

hugo dijo...

enhorabuena por al lluvia colo, aunque no sea muy copiosa, además si es suave, dicen que penetra mejor en la tierra, ojalá!!!

¿cuánto hacía que no llovía?

Mariela Torres dijo...

Aquí también llueve, ¡qué felicidad, después de tanto tiempo!

Colo dijo...

HUGO:
Muchas gracias! Así es, penetra mejor en la tierra la lluvia suave...
La última lluvia buena fue en marzo, en abril hubo una de 15 mm pero solo en mi pueblo, un chaparrón que le llaman!!

MARIELA:
Es cierto! Qué felicidad!
Gracias por pasar!

cibercuoca dijo...

Hola Colo, preciosas fotos, siempre tengo palomas anidando en mi casa.
Por fin llueve en Chaco, espero que llueva un poquito más , todavía no alcanza, es tan dolorosos que falte el agua, el daño que ocasiona es tremendo.
Bueno basta de pálidas.Un abrazo

Colo dijo...

CIBERCUOCA:
Bienvenida! Sí llueve, llovió, no fue mucho, ni suficiente pero es algo y aunque sea para tomar tienen.

Un abrazo y buena semana!